La expresión “todos los caminos conducen a Roma” se convirtió en una frase popular en los días del Imperio Romano.
Los expertos ingenieros romanos construyeron vías que se extendían desde la imponente capital imperial hasta sus colonias más recónditas.
Al igual que los romanos, la humanidad ha intentado construir caminos para alcanzar el cielo. La antigua civilización quiso construir la torre de Babel. Desde entonces los hombres han inventado religiones, cultos y sistemas filosóficos con el fin de acercarse al infinito. Ese esfuerzo humano, sin embargo, ha resultado en un distanciamiento entre el hombre y Dios. El motivo de ese alejamiento es que los esfuerzos humanos para alcanzar el favor de Dios son del todo inútiles. El hombre en su condición de pecador está desprovisto de la justicia que Dios requiere para que alguien pueda entrar en Su presencia. La calidad de justicia que Dios demanda sólo la posee Jesucristo, de modo que el ser humano que pretenda ser admitido en la presencia de Dios tiene que venir recubierto y protegido por los méritos de Cristo. Jesucristo es el Dios encarnado que murió en la cruz por los pecados del mundo. Él es, por lo tanto, el único Salvador. Él afirmó: «Yo soy el camino y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.» (Juan 14:6). De Él dijo Pedro: «y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.» (Hechos 4:12)
La Biblia afirma y la experiencia demuestra que el hombre es pecador. Lo es porque ha ofendido la santidad de Dios, está en rebeldía contra su Creador y desprovisto de vida espiritual. Es por esa razón que Cristo vino al mundo. Él vino a salvar a pecadores (1 Timoteo 1:15). Él vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (Lucas 19:10).
Estimado amigo, Cristo es el único camino de salvación. Ni la religión, ni la filosofía, ni la bondad humana pueden conseguir el favor de Dios. Sólo Cristo puede salvarte porque murió en la cruz y resucitó para expiar los pecados del mundo. Te invito a venir a Cristo y hablar con Él, pues Él vive. Dile que reconoces y confiesas que eres pecador. Pídela que perdone tus pecados y que te dé el regalo de la vida eterna. La Biblia dice: «El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida» (1 Juan 5:12). Recuerda: No hay otra camino que te conduzca a Dios aparte de Cristo. ¡Él es el único Salvador!
(Este mensaje es de Proyectos Evangélicos en Galicia)